El auge de los postgrados a lo largo de las dos últimas décadas no se entendería sin el extraordinario ciclo de expansión económica vivida. Con un tipo de interés bajo y con los bancos ávidos de colocar su gran volumen de liquidez, no es extraño que algunas instituciones, en un pasado no muy lejano, tuvieran entre sus prioridades captar estudiantes universitarios y postuniversitarios dispuestos a retomar los estudios para mejorar su cualificación profesional. Se trata, en definitiva, de un amplio colectivo muy necesitado de apoyo económico para cubrir, entre otras cosas, los elevados precios de la formación de postgrado.
La verdad es que no todos los programas de máster requieren un elevado desembolso. De hecho, ofrecer una formación de postgrado universal y asequible para cualquier nivel de renta constituye uno de los objetivos fundamentales expresados en la Declaración de Bolonia, acuerdo que sentó las bases del Espacio Europeo de Educación Superior. En España, este objetivo se ha concretado en las universidades públicas al regirse por precios públicos o en su oferta de másteres y doctorados. Cada comunidad autónoma es la que fija estos precios en las universidades públicas de su territorio que, en cualquier caso, son razonablemente económicos si los comparamos con los que se tienen las universidades y escuelas de postgrado privadas. Así, las tasas de matrícula para un máster público con reconocimiento oficial que dure un curso académico (60 créditos ECTS) variarán entre un mínimo de 750 y un máximo de 3.500 euros, frente a los precios ofertados por instituciones privadas, cuyas tasas son siempre más elevadas, desde másteres a distancia o presenciales que apenas cuestan 1.000 euros hasta másteres en finanzas o MBAs que superan holgadamente los 40.000 euros.
Excluidos los restringidos programas de becas estatales e institucionales y también de los Préstamos Renta, todos aquellos que pretendan costearse un máster no reconocido por la autoridad educativa a través de financiación ajena no les quedará otra que recurrir a una entidad privada o caja de ahorros.
Prácticamente, todos los grandes bancos y cajas de ahorro españoles ofertan préstamos o créditos diseñados para cubrir estudios universitarios y de postgrado, al menos así lo presentan en su catálogo de productos desde hace años. Entre ellos, tenemos ejemplos muy conocidos entre el colectivo de estudiantes como el Crédito Máster o el Crédito Estudios Muévete de Bancaja, el Préstamo Máster Blue Joven, de BBVA, el Supercrédito Postgrado del Banco de Santander, el Crédito Mañana de Caja Duero, el Crédito Curso de Banco Sabadell-Atlántico, el CrediEstudios Posgrado de La Caixa o el Préstamo Máster 30 de Caixa Galicia.
Sin embargo, en Europa, la situación del crédito se está deteriorando de manera preocupante. La crisis avanza rápidamente y comienza a sufrir una fuerte contracción del crédito. La situación en España tiene además el agravante del galopante incremento del desempleo. Y es que, ¿cuáles son las perspectivas de devolución que ofrece a un banco un joven despedido recientemente o un estudiante que no se sabe cuándo volverá a trabajar una vez complete sus estudios de postgrado?
Es por ello que jóvenes entre 23 y 25 años con la carrera recién acabada van a tener imposible conseguir un crédito si éste no algún avalado por una persona solvente. En este caso no queda otra que el apoyo de padres o de algún familiar.
La verdad es que no todos los programas de máster requieren un elevado desembolso. De hecho, ofrecer una formación de postgrado universal y asequible para cualquier nivel de renta constituye uno de los objetivos fundamentales expresados en la Declaración de Bolonia, acuerdo que sentó las bases del Espacio Europeo de Educación Superior. En España, este objetivo se ha concretado en las universidades públicas al regirse por precios públicos o en su oferta de másteres y doctorados. Cada comunidad autónoma es la que fija estos precios en las universidades públicas de su territorio que, en cualquier caso, son razonablemente económicos si los comparamos con los que se tienen las universidades y escuelas de postgrado privadas. Así, las tasas de matrícula para un máster público con reconocimiento oficial que dure un curso académico (60 créditos ECTS) variarán entre un mínimo de 750 y un máximo de 3.500 euros, frente a los precios ofertados por instituciones privadas, cuyas tasas son siempre más elevadas, desde másteres a distancia o presenciales que apenas cuestan 1.000 euros hasta másteres en finanzas o MBAs que superan holgadamente los 40.000 euros.
Excluidos los restringidos programas de becas estatales e institucionales y también de los Préstamos Renta, todos aquellos que pretendan costearse un máster no reconocido por la autoridad educativa a través de financiación ajena no les quedará otra que recurrir a una entidad privada o caja de ahorros.
Prácticamente, todos los grandes bancos y cajas de ahorro españoles ofertan préstamos o créditos diseñados para cubrir estudios universitarios y de postgrado, al menos así lo presentan en su catálogo de productos desde hace años. Entre ellos, tenemos ejemplos muy conocidos entre el colectivo de estudiantes como el Crédito Máster o el Crédito Estudios Muévete de Bancaja, el Préstamo Máster Blue Joven, de BBVA, el Supercrédito Postgrado del Banco de Santander, el Crédito Mañana de Caja Duero, el Crédito Curso de Banco Sabadell-Atlántico, el CrediEstudios Posgrado de La Caixa o el Préstamo Máster 30 de Caixa Galicia.
Sin embargo, en Europa, la situación del crédito se está deteriorando de manera preocupante. La crisis avanza rápidamente y comienza a sufrir una fuerte contracción del crédito. La situación en España tiene además el agravante del galopante incremento del desempleo. Y es que, ¿cuáles son las perspectivas de devolución que ofrece a un banco un joven despedido recientemente o un estudiante que no se sabe cuándo volverá a trabajar una vez complete sus estudios de postgrado?
Es por ello que jóvenes entre 23 y 25 años con la carrera recién acabada van a tener imposible conseguir un crédito si éste no algún avalado por una persona solvente. En este caso no queda otra que el apoyo de padres o de algún familiar.
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