El eterno oficio del becario

La Real Academia Española define becario como aquella persona que disfruta de una beca para estudios. Poco auguraba el artífice de la definición sobre el significado que esta palabra adquiriría con el paso del tiempo.
Y es que, a día de hoy, el becario disfruta más bien poco de un trabajo sobreexplotado, mal pagado e infravalorado. El becario actual ha dejado de ser el chico de los recados que coge el teléfono, hace fotocopias y lleva café al jefe, para convertirse en el máximo exponente de una profesión con oficio. Sí, de un oficio que se transmite de generación en generación, como de padres a hijos. Cuando un becario viene, otro se va, pero antes de que se marche este último debe transmitirle su experiencia y todos sus conocimientos al siguiente.

Se trata de un proceso que se produce becario tras becario una y otra vez, y que confluye en un círculo vicioso donde los aspirantes a periodista tienen pocas posibilidades de alcanzar un puesto de trabajo digno. Esta situación se ha ido acrecentando en los últimos cinco años y, dada la actual situación de crisis económica y teniendo en cuenta la precariedad del mercado de trabajo, es muy probable que los licenciados en periodismo no consigan salir del atolladero de aquí a otro lustro.

Si en la actualidad los jóvenes españoles son los más afectados por el paro, lo son aún más los cerca de 3.000 graduados que cada año salen de las facultades de Ciencias de la Información.
A la crisis económica hay que sumarle la mala política del Gobierno en materia de inserción laboral entre los jóvenes, y las pocas ganas que tienen los empresarios de contratar a periodistas primerizos y, supuestamente, sin experiencia. En definitiva, es la pescadilla que se muerde la cola.